Mi tercera vida
Este año he empezado mi tercera vida. La segunda fue mi vida en Olivetti, al final del año pasado se acabó. La primera fue antes de entrar en Olivetti. Ahora, desde la distancia, puedo repasar cómo fue esa vida sin los condicionantes a los que estás sujeto cuando todavía estas inmerso. Espero hacer esta reflexión y difundirla en la web de la celebración del centenario de Olivetti en España, hasta el 18 de octubre de 2008, día de la celebración en Barcelona. Mi primera impresión al empezar mi segunda vida fue que había entrado en un sitio antiguo.
La modernidad, tal y como yo la imaginaba entonces era distinta. Las oficinas, las personas, la organización, las normas, todo eso me pareció antiguo.
Antiguo no es una palabra negativa, depende. A mí, que entonces tenía ansia de modernidad, el primer contacto con la empresa, Comercial Mecanográfica, me causó sorpresa y un cierto rechazo, empezando por el nombre. La antigüedad no era una mera impresión, era una realidad: Hispano Olivetti se constituyó en Barcelona el 22 de enero de 1929, y en 1940 Comercial Mecanográfica con el objeto de separar las actividades comerciales de las industriales. Yo entré en la empresa en diciembre de 1973, habían pasado 44 años. Pero la alcurnia de la casa viene de antes: en 1908, Camilo Olivetti funda Ing.C. Olivetti & C. en Ivrea, Italia. Esto es 65 años antes de mi entrada en la empresa.
El impulso inicial para la fundación de la empresa viene de Camilo después de su estancia en EEUU apenas iniciado el siglo XX, pero las ideas sobre la que se construye la gran Olivetti, son las de Adriano, hijo del anterior, que pasa una temporada en EEUU a partir de 1925 con ese fin precisamente. Son ideas de cómo producir industrialmente, de cómo organizar la empresa, de cómo gestionar al personal. La fábrica Henry Ford le impactó especialmente y reunió decenas de libros en los que se fundamentaba todo el desarrollo industrial americano de aquellos años. Seguro que alguno hablaba de Taylor – Frederic W. Taylor (1856 – 1915)-, inspirador de Ford para organizar su fábrica de coches y modelo que sirvió a Adriano para cimentar sus ideas. Después vino Elton Mayo con los efectos sicológicos de la industrialización y luego otros muchos, que fueron dibujando el estilo Olivetti: sólido, comprometido, paternalista y muchas más cosas. Pero los fundamentos, las bases sobre las que se construyó la gran Olivetti fueron las iniciales, modernas para su tiempo.
El primero con el que hablé en Olivetti fue Nacho Trenado q.d.e., estupenda persona. Un andaluz fino e inteligente. Después conocí a Juan Piña, otra estupenda persona, al que debía sustituir el la Escuela STAC. Él se enteró por mí de esos planes y pasamos los dos unos meses ambiguos, pero nos tomamos cariño, que a mí me dura hasta hoy, seguro que a él también. A Juan hace mucho que no lo veo, espero encontrarlo en Barcelona en octubre y darle un abrazo. Lo cierto es que yo tenía otra idea de cómo se gestionaba un relevo de personal y cómo se hizo en realidad me pareció antiguo.
Mi lugar de trabajo al entrar en Olivetti fue en el edificio de la calle Llacuna, separado aunque comunicado con la fábrica. Lo primero que veía cada día era un taller de grandes prensas, que fabricaban parte de los tipos de las máquinas de escribir. Era una tecnología mecánica, muy dominada por Olivetti, pero ya en aquel momento la modernidad era la electrónica, que constituía una oportunidad y no una amenaza como se percibía entonces en la empresa. Y aquello me pareció antiguo.
Ya en la Escuela STAC, viendo los cursos interminables, algunos de más de dos meses para aprender a reparar una máquina mecánica, me di cuenta de que algunos de estos cursos consistían en desmontar la máquina completamente y volverla a montar, lo que desde luego llevaba mucho tiempo. La situación era fruto de la herencia que la Escuela había recibido de la formación de los montadores de fábrica. Esa situación me pareció antigua.
Podría contaros muchos otros recuerdos, que justificarían mi impresión de antigüedad, pero os transmitiría una idea negativa que no fue cierta. Tuve muchas otras experiencias que generaron en mi un enorme respeto por aquella empresa donde empecé a trabajar. Os contaré esos recuerdos, pero será en la próxima entrega.
Barcelona, 15 de Julio 2008
COMENTARIO AL ESCRITO DE JOSÉ LUIS VARAS.
Amigo José Luis: nada más levantarme, he encendido el ordenador en busca de tu correo. Ya viste ayer que me interesaba mucho lo que nos contabas acerca de tu intención de escribir sobre tu vida en Olivetti.
De entrada te digo que me ha parecido muy interesante el arranque. En él expresas un primer juicio de valor que ya se presta al debate: dices que aquella Olivetti – mejor Comercial Mecanográfica S.A. – era una empresa antigua. Quizá esa sea, en parte, también tu intención: que se debata. Yo no entraré ahora en ello. Sí te digo que me alegra que hayas abierto este proyecto, que lo leeré con mucho interés y que, además, has roto el dique de mi pudor para lanzarme a escribir algunos recuerdos de mi vida profesional.
Al entrar en Olivetti no pude imaginar, ni en el más audaz ejercicio de mi pobre fantasía (así la califican varios tests psicotécnicos a que me han sometido), que iba a vivir experiencias tan enriquecedoras e interesantes junto a compañeros – amigos para siempre muchos de ellos – que tanto me enseñaron y tanto hubieron de soportarme.
No tengo ningún plan preconcebido. ¿Tú lo tienes? ¿Seguirás un plan cronológico o darás rienda suelta a tus recuerdos a medida que afloren? Posiblemente ese es el método que yo seguiré. Quizá no estemos solos en la aventura y puede que alguien más se atreva. ¡Ojalá! Puede que eso sea un aliciente más para quienes tengan la curiosidad y la paciencia de leernos.
Por otra parte, nuestra empresa ha sido una realidad tan compleja, tan rápidamente mutante que los fotogramas captados desde una sola perspectiva y en momentos muy concretos se queden en instantáneas planas, desenfocadas por una pobre percepción o movidas por la necesidad de justificarnos. Apelaremos así a una memoria parcial – en el doble sentido del vocablo – e infiel, y nuestros recuerdos descifrarán poquísimo del ADN de nuestra vida profesional en un proyecto común que gobernaban otros a los que apenas si llegamos a conocer. En fin, me estoy poniendo tonto. Vamos a ver qué sale y a quién le puede interesar.
José Manuel Aguirre
COMENTARIO AL ESCRITO DE JOSÉ LUIS VARAS.
Buenas tardes.
Esta mañana al leer la página de José Luis, he echado a volar mis recuerdos cuando en 1975, y a través de Antonio Clavero; estando yo en Barcelona por cuestión de trabajo, y tras múltiples entrevistas con el Psicólogo de la empresa, y haber pasado los exámenes y las distintas pruebas de aptitud; entré en la misma, y tras una formación de seis meses, ya formaba parte de Olivetti, y aunque indirectamente sigo vinculado a la misma como Concesionario, solo tengo unos maravillosos recuerdos y momentos vividos en HISPANO OLIVETTI, primero como vendedor de distritos y luego provincia, pasando por directores como Lluch, Migue, Guzmán, y por último con una entrañable persona, precedida de una fama totalmente falsa, fiel cumplidor, gran amigo a nivel muy personal mío y de mi familia, compañero del cual me faltan adjetivos para calificarlo; que por desgracia para mi, su esposa he hijas ya no se encuentra entre nosotros, como fue Nacho Trenado, que conjuntamente con Enrique Puig, formaban un dúo que han dejado un listón muy alto de superar, por no decir casi imposible.
Hasta aquí mis reflexiones, y os animo a que os unáis a estos foros, creo que muy entrañables y acertados, con vuestros comentarios y experiencias.
Un saludo muy afectuoso para todos los que hemos formado y forman esta casa.
Francisco Gutiérrez Martos
COMENTARIO AL ESCRITO DE JOSÉ LUIS VARAS.
Amigo José Luis: enhorabuena por la decisión de hacer públicas tus reflexiones sobre Olivetti. Me ha parecido extraordinario y muy estimulante ya que vertiginosamente se ha puesto en marcha la neurona del recuerdo de aquellos momentos lejanos. Me preocupa no obstante, la fidelidad con que me han venido a la mente alguno de ellos, pero eso debe ser por otra cosa.
Mis impresiones sobre la modernidad o antigüedad de aquellos ambientes de fábrica y de la Escuela STAC son diferentes. Cuando entré en Olivetti o como apunta José Manuel Aguirre en su comentario de ayer sobre COMESA, provenía de la Escuela de Ingeniería Técnica de Alcoy (Alicante) con alguna experiencia en empresas de escasa relevancia, y Olivetti estaba en el centro de atención laboral e industrial de la época, como también lo era por ejemplo, la SEAT.
Pero no recuerdo que el espíritu crítico y reflexivo estuvieran entonces entre mis atributos más notables, quizás por la edad y otras cosas, pues además, era soltero y con muy pocos compromisos. Olivetti, aún siendo una gran incógnita por su diversidad y dimensión, me atraía intensamente.
Lo que recuerdo gratamente es el perfil excepcional de las personas de selección y acogida; Compostizo, Trenado, d.e.p., y Barbina, director del STAC, a los que nunca olvidaré.
Siguiendo el proceso acostumbrado, estuve un tiempo en la Escuela STAC, a la que te has referido con gran conocimiento de causa. Allí encontré a instructores con quienes después coincidí en otros ámbitos y cometidos. Entre otros, eran los amigos Solís, Arias, Molina, d.e.p., Torrent, d.e.p., Mestre, Añaños, Jordi Seluy, Virgilio Sanz,… temo olvidarme de alguno, y sobre todo, tres personas que tuvieron una gran influencia en la decisión de permanecer en Olivetti hasta mi jubilación hace pocos años: Juan Piña, que tuvo la paciencia de explicarme repetidamente, con su proverbial desparpajo, lo que hoy llamaríamos la visión y misión de la empresa utilizando palabras de entonces pero que querían decir lo mismo que ahora. Él me ayudó a comprenderlas y aplicarlas suficientemente.
Mención muy especial debo hacer de las otras dos; el Sr. Gallardo, instructor para las máquinas contables y el Sr. Perdiguer, instructor de máquinas de escribir. Reconozco que hasta ese momento, no había conocido a personas que desarrollaran su labor tan intensamente como aquellas, y quienes les conocieron, creo que comprenderán a lo que me refiero.
Años más tarde me enteré que fueron varios miles los mecánicos que formaron durante aquellos años. Lamentablemente, hace tiempo que no sé nada de ellos dos. Como testimonio y recuerdo, son muy acertadas las fotos de los tres que ilustran el capítulo, asi como del vetusto aspecto que ofrecía la Escuela STAC y su entorno en tiempos de la reconversión industrial que sintoniza con la impresión que describe José Luis.
Juan García Dolz
COMENTARIO AL ESCRITO DE JOSÉ LUIS VARAS.
En primer lugar, vaya mi felicitación más entusiasta al proyecto que José Luis plantea.
Me parece estupendo abrir este foro donde tantos pueden aportar su colaboración, para entre todos dibujar esa empresa que, mientras puede resultar modélica para unos, puede ser muy criticable para otros.
En cualquier caso estoy seguro de que, para los que participen en este intercambio de opiniones, siempre habrá un lugar común que es: un poso de cariño y de cierta nostalgia.
Yo entré a formar parte de Olivetti en Mayo de 1968, es decir unos cuantos años antes que José Luis. Tenía por entonces tan sólo 22 años. Hoy día a esa edad los jóvenes ni siquiera se plantean por donde dirigir su vida. Mi entrada tan temprana en esta empresa, como tantas cosas en la vida, fue fruto de una mera casualidad, Juan Maíques, que fue el culpable, puede dar fe de ello.
Mi primera impresión de la empresa, quizás por mi bisoñez, tal vez por producirse cinco años antes que la de José Luis, fue desde luego bastante abrumadora ya que tuve la sensación de entrar en una GRAN EMPRESA.
Desde sus instalaciones en Madrid, en aquella 2ª planta que por entonces parecía más la antesala de un gran banco, que la de una empresa comercial, hasta sus procedimientos de selección y derroche de medios, todo impresionaba a un neófito en el mundo empresarial como era yo.
Sin embargo con el paso del tiempo es cierto que, a medida que iba conociendo el interior de la empresa, me fui dando cuenta que había más de fachada que de profesionalidad.
En mi opinión Olivetti, en general, y Comercial Mecanográfica en particular era una empresa absolutamente paternalista constituida por un numeroso grupo de personas muy jóvenes con escasa formación profesional, aunque con un enorme entusiasmo por tratar de hacer las cosas bien. Y eso constituye, creo yo, la cara y la cruz que en mayor o menor medida todos hemos sufrido.
Por un lado nos hemos topado con una empresa poco estructurada en cuanto a la definición de las responsabilidades de cada uno, con muy pocos, por no decir ningún procedimiento establecido con rigurosidad. Por otro sin embargo, esta misma característica hacía posible el desarrollo personal de cada uno de nosotros al máximo, ya que dependiendo de lo que cada uno estuviera dispuesto a invertir en dedicación y esfuerzo personal lograba que su posición en la empresa alcanzara un mayor o menor nivel. Ojalá que sean muchos los que se sumen a este “divertimento”.
Saludos para todos.
Francisco Escalante
COMENTARIOS A LAS COLABORACIONES.
Apreciados amigos, leyendo vuestros escritos, así como los comentarios a los mismos realizados por los compañeros, parece que estemos hablando de muchas y distintas empresas a la vez.
En efecto, mi opinión es que es así. Con las distintas variables de las personas, el tiempo y, por descontado, el mercado, creo que hemos trabajado en empresas completamente distintas. Intento poner algunos ejemplos. Oliservice (stac) antes y después de Barbina, Fei, Colangelo o Gabriele, la Administración antes (alguién se acuerda como era) y después de Pasini, electrocálculos y la DSI, fábrica y la comercial, Barcelona, Madrid y las Sucursales, Tutusaus repartiendo las Lexikon de que disponíamos entre los distintos Ministerios, para que nadie se molestara demasiado, o bien participando junto con otras importantes empresas en concursos de La Caixa.
Podría añadir mis experiencias personales de Perú y México, pero esto es otra historia. Es como el tópico de los ciegos y el elefante, cada uno de nosotros «palpó» la realidad que le tocó vivir y creo que la suma de todas estas vivencias, al menos para mí, es la gran HISPANO OLIVETTI, de la que me siento profundamente orgulloso de haber trabajado durante más de 40 años así como de todos los compañeros que en algún momento hemos compartido alguna vivencia profesional.
Estoy completamente de acuerdo con el comentario de Paco Escalante, estas situaciones te obligaban a tomar iniciativas, y en consecuencia responsabilidades, que de alguna forma te iban conformando personal y profesionalmente.
Bueno basta de rollo por hoy, amigos seguir escribiendo que para mí es fantástico leeros.
Jaime Hernández Guillem
Hola a todos.
He leído todos los comentarios que se han ido publicando con referencia a las colaboraciones de distintas personas, y todos, supongo que habrán querido expresar sus vivencias o sus vidas como dice Varas, en esta casa.
Él divide su vida en «tres vidas», la anterior a OLIVETTI, su vida en OLIVETTI y la actual fuera ya de la empresa. Yo quisiera expresar los recuerdos de los que tanto la primera parte, como la segunda o casi toda, han sido OLIVETTI.
Me refiero a los que nuestros padres ya trabajaban en OLIVETTI, o como es mi caso, que no solo mi padre sino también mi tío, un hermano de mi abuela – en Rápida – y varios primos de mi padre hasta un total de siete miembros contándome a mi, hemos trabajado en OLIVETTI.
Mis recuerdos van desde la recogida de los regalos del día de Reyes en la fábrica, con la correspondiente foto en el campo de deportes o piscina, los baños en verano en la piscina y merienda en las mesas debajo de los árboles del patio esperando que mi padre acabara su turno de trabajo, los reconocimientos médicos en la guardería para poder ir de colonias de verano a la maravillosa casa de Teià, hasta el olor de disolvente impregnada en la ropa de mi padre al volver a casa.
Con esto quiero hacer un pequeño homenaje a tantos y tantos trabajadores que han pasado por fábrica, que han sido una parte importantísima para que todos pudieran vender, reparar, facturar, y tantas y distintas tareas que se han desarrollado durante estos 100 años en esta casa, a la que muchos – incluso sin haber trabajado nunca en ella – siguen recordando la Hispano Olivetti.
Un abrazo
Matilde Peña