HERALDO – Víctor Orcástegui
11 abril 2023
Me gustó mucho la columna que la escritora Ana Muñoz publicó bajo el título ‘Cosas extrañas’. Toca dos asuntos que también a mí me llaman la atención. Por un lado, el atractivo que tienen algunas ‘viejas tecnologías’ en esta época desbordada por las ‘nuevas’. Y, por otro, la nostalgia que manifiestan muchos jóvenes. Nos habla Muñoz de personas de su entorno que están descubriendo objetos propios de la era predigital, como una cámara fotográfica analógica, una máquina de escribir –«el clac-clac-clac se escucha casi desde cualquier parte de la casa»– o uno de esos ‘walkman’ que servían para escuchar la música de los cassettes y que un día, no tan lejano, fueron omnipresentes.
Son aparatos que cualquier mayor de 30 años habrá conocido y utilizado, pero que hoy, barridos por la marea digital, casi parecen vestigios del Paleolítico. Aunque conservan su encanto, quizás acrecentado por la rareza y la excentricidad que supone volverlos a tener en la mano.
Se refiere también Muñoz a una adolescente que confiesa su nostalgia por los años ochenta, y se pregunta la escritora si «se puede sentir nostalgia por algo que nunca nos ha pertenecido». Al parecer sí se puede. Y me temo que no siempre es un sentimiento tan inocente como en el caso al que se refiere nuestra columnista, pues la nostalgia de lo que nunca se tuvo puede incluso alimentar obsesiones políticas. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. Pero dejemos eso. Muñoz concluye que «lo que importa es que esa conciencia de lo evanescente, de lo que ha sido y ya no va a volver a ser, les está permitiendo –a sus amigos– disfrutar, como casi nunca y como casi nadie, del momento presente». ¡Genial!